Los aficionados a la cerveza ya tienen otra excusa más para empinar el codo: quiero resolver un problema que precisa de toda mi creatividad.
Desde la antigüedad, la cerveza ha constituido un elemento básico de la dieta, llamándose a menudo “pan líquido”. En el antiguo Egipto los trabajadores recibían cerveza como parte de su salario, así como las damas de honor de la reina Isabel I de Inglaterra. En 1492, era la ración oficial de los marineros de la armada de Enrique VII. Además, no hay pruebas de que la ingesta de cerveza genere la popular “barriga cervecera”, a pesar del difundido mito de que el consumo de cerveza produce distensión abdominal.
Por si esto fuera poco, ahora unos investigadores de la Universidad de Illinois en Chicago sugieren que el consumo de cerveza también incrementa algunas parcelas de nuestra inteligencia. Aunque solo sea por una corto espacio de tiempo.
En el experimento llevado a cabo, Asociación Internacional de Psicología, los voluntarios (40 hombres con edades comprendidas entre los 21 y los 30 años) fueron sometidos a una prueba para medir su capacidad resolutiva: les ofrecieron tres palabras, y la prueba consistía en adivinar qué cuarto término se ajustaría a la sucesión. La mitad de los voluntarios no había tomado nada de alcohol, pero la otra mitad se tomaron dos vasos de cerveza. El resultado fue inesperado: los participantes que se habían tomado las ‘cañas’ resolvieron un 40% más de acertijos que sus compañeros sobrios y lo hicieron en mucho menos tiempo. Los bebedores llegaron a la solución en una media de 12 segundos, 3,5 segundos menos que sus compañeros abstemios.
Según la psicóloga Jennifer Wiley, una de las responsables de un estudio:
Descubrimos que una tasa de alcohol en sangre del 0,07% limita la memoria pero mejora la capacidad creativa para la resolución de problemas.
De hecho, la profesora de la Universidad de Illinois defiende que “las cosas realmente creativas se nos ocurren después de tomar un vaso de vino, por ejemplo, durante la cena”, lo cual explicaría la razón de que tantos literatos y artistas usaran el alcohol para sobrealimentar su creatividad: Bukowskiempinaba el codo que daba gusto, Faulker le daba al whisky, Raymond Chandler al Gimlet, Truman Capote a los Martinis y Hemingway a todo lo que se le ponía por delante.
Fuente: El Espectador
Publicar un comentario